El hipotiroidismo se manifiesta a través de un conjunto de síntomas característicos. El aumento de peso es uno de ellos aunque no siempre aparece. ¿Cuáles son los mecanismos que están en juego? ¿Cómo saber si lo padecemos? Y, en caso afirmativo, ¿cómo limitar su magnitud?
La tiroides, gran protagonista del metabolismo
Se trata de una pequeña glándula situada en la base del cuello, delante de la tráquea. La tiroides es indispensable para el buen funcionamiento del organismo. Sus desajustes, que pueden variar entre un funcionamiento insuficiente (hipotiroidismo) o excesivo (hipertiroidismo), pueden tener repercusiones en el funcionamiento cerebral, el ritmo cardíaco, el tránsito intestinal, la filtración renal, la temperatura corporal… y el peso, gran fuente de preocupaciones y preguntas en las personas afectadas por una disfunción tiroidea.
La tiroides secreta principalmente dos hormonas, la T3 (triyodotironina), producida en pequeñas cantidades, y la T4 (tiroxina) su precursor inactivo que se transformará en función de las necesidades. Esta secreción depende de una tercera hormona, la TSH (tireostimulante), liberada por la hipófisis. Cuando las tasas de T3 y T4 disminuyen (hipotiroidismo), la hipófisis secreta más TSH para estimular su liberación. Por el contrario, cuando las tasas de T3 y T4 se elevan, la secreción de TSH disminuye.
¿Dónde empieza el hipotiroidismo?
El funcionamiento de la tiroides se mide gracias a los niveles en sangre de estas tres hormonas1. El hipotiroidismo es franco, o probado, cuando la TSH es superior a 4 mUI/l con una T4 baja. El organismo está como en pausa con, sobre todo, una ralentización del ritmo cardíaco y del tránsito intestinal, un cansancio físico y psicológico mayor y una disminución del apetito pero con una tendencia a coger peso. El hipotiroidismo franco afecta a entre un 3,4% y un 10% de la población2.
El hipotiroidismo es subclínico3 cuando la TSH está por encima de 4 mUI/l con una T4 dentro de los niveles normales. Sus repercusiones son “inconstantes, inespecíficas, no discriminatorias y, generalmente, insignificantes”, especialmente cuando la TSH es inferior a 10 mUI/l. El hipotiroidismo subclínico no necesita obligatoriamente un tratamiento. Uno de cada tres casos evoluciona hacia un hipotiroidismo franco2,4.
Entre las personas afectadas por hipotiroidismo, muchas se quejan de un aumento de peso o de una dificultad para perderlo, incluso cuando el hipotiroidismo es subclínico o cuando existe un tratamiento que devuelve a la TSH a sus niveles normales. ¿Cuál es el impacto real de estas disfunciones tiroideas en el peso?
Hipotiroidismo, un aumento de peso limitado
Existe una relación inversamente proporcional entre el valor de la TSH y el índice de masa corporal (IMC). De media, el IMC aumenta 0,41 kg/m2 por unidad de TSH en las mujeres y 0,48 kg/m2 en los hombres, lo que corresponde a un kilo para una mujer que mida 1,65 m y que pese 60 kilos. De modo que se trata de un aumento de peso limitado a unos kilos en función del peso inicial y de la tasa de TSH5,6.
Para la doctora Jocelyne M'Bemba*, de hecho, salvo que el paciente muestre unos valores extremos de TSH, el aumento de peso no pasa de algunos kilos: “En parte, el aumento de peso aparece cuando se producen edemas. Sin embargo, cuando el tratamiento está equilibrado y los valores hormonales han vuelto a la normalidad con una TSH inferior a 2,5 mUI/l, no hay ninguna razón para que este aumento de peso persista o progrese. O puede ocurrir que no esté relacionado con el hipotiroidismo..."
¿Cómo explicar las variaciones más importantes?
Las hormonas tiroideas podrían influir en, aproximadamente, un tercio del gasto energético en reposo (GER)7. En los pacientes tratados por hipotiroidismo, con una tasa de TSH entre 0,1 y 10 mUI/l, el GER disminuye en un 15%8, lo que podría conducir a un ligero sobrepeso, observado en ciertas ocasiones.
El hipotiroidismo podría favorecer del mismo modo el aumento de peso de forma indirecta. Las personas más sensibles al cansancio, otro síntoma de la enfermedad, tendrían tendencia a disminuir su actividad física. Otros, sabiéndose enfermos, estarían más ansiosos y lo compensarían con la comida.
Por otra parte, las disfunciones tiroideas se asocian normalmente al peso. Más allá de la ansiedad que provoca el descubrimiento de la enfermedad, las personas más preocupadas por su peso podrían, sin quererlo, desequilibrar su alimentación poniéndose “preventivamente” a dieta (efecto yoyó...).
Por último, el hipotiroidismo es también más frecuente en una edad avanzada. Aquí aparece la jubilación, a menudo sinónimo de una actividad menor, y la menopausia, otro desequilibrio hormonal acusado de favorecer el sobrepeso. Son precisamente las mujeres en la menopausia las que aumentan más de peso7.
Sin embargo, no todas las acciones de las hormonas tiroideas son conocidas. Algunos autores han evocado incluso la posibilidad de una relación inversamente proporcional: modificando el tejido adiposo, el aumento de peso conduciría a aumentar la TSH6.
Limitar el aumento de peso
“Las variaciones de peso pueden tener múltiples explicaciones”, comenta la doctora M'Bemba. La primera etapa es tratar el hipotiroidismo si está confirmado. Se prescribe T4 sintética. Después de cuatro o seis semanas, quizá un poco más, la TSH vuelve a sus valores normales”. Esta última sólo se moverá en determinadas situaciones (cambios de peso, embarazo, otra patología…).
Ciertos pacientes solicitan a veces aumentar la posología, aun a riesgo de caer en el hipertiroidismo, para adelgazar más rápido. “Esto no es nada recomendable: existen riesgos de provocar problemas de ritmo cardíaco”, advierte la doctora M'Bemba. “Por la misma razón, debemos tratar el hipotiroidismo incluso si tememos un aumento de peso".
El hipotiroidismo no requiere una dieta alimentaria especial. Una alimentación equilibrada asociada a una actividad física regular (tres o cuatro horas repartidas en la semana) son suficientes a priori para evitar los kilos de más.
Dra. Carolina Garcia.
Dra. Carolina Garcia.
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