Es cuando se desinhiben, cuando quieren disfrutar y también cuando son madres. La de los treinta años es una década clave en la edad sexual femenina,
protagonizada en nuestro tiempo por una generación de mujeres a la que
le toca reescribir el papel de la mujer en las relaciones y convertirse
en autoras de su propia sexualidad.
“El grueso de mujeres que acude a la consulta de un sexólogo son personas de treinta y tantos”, explica a El Confidencial Fernando Huerta, psicólogo, sexólogo y director de Humane.
Siga leyendo el texto completo publicado en El Confidencial:[indent]
Algo que contrasta con la escasez de mujeres que, según el experto, acuden al profesional de la salud sexual pasados los 45 años. “Aunque queda mucho camino por recorrer, la resignación con que la mujer se enfrentaba a la insatisfacción sexual va desapareciendo en la nueva generación”.
Y resignación es, precisamente, la palabra clave. Solemos asociar los trastornos derivados de la apatía o la falta de deseo sexual con la mujer, pero lo cierto es que los especialistas recomiendan enfrentarse a ellos desde una perspectiva integral. “Al hombre se le enseña que va a la cama a demostrar algo”, explica Huerta. “Muchos varones se toman el sexo como si fuera un examen, lo que no deja lugar a la diversión”.
Hacia el equilibrio
Los hombres, según Huerta, son víctimas de la presión social que les lleva a tener que demostrar su masculinidad, lo que consagra un modo de entender el sexo que en ocasiones, tiene poco que ver con las necesidades y los apetitos reales “tanto de ellas como de ellos”. Por supuesto, este modelo de entender las relaciones va cambiando con el tiempo: “Cada vez hay más equilibrio”, comenta Huerta. “La mujer de treinta años ya sabe pedir más y llevar el sexo a un terreno más equilibrado, más de dos personas”.
Algo fundamental, reseña el experto, también para atajar muchos trastornos sexuales de corte, en principio, fisiológico: “Los genitales son el hardware”, sintetiza Huerta. “El software, que es lo importante, está en el cerebro”. El aparato sexual femenino, como el masculino, “reacciona ante un estímulo”. Cuando no lo hace debidamente, no debemos asumir que se trata necesariamente de un trastorno físico: “En la mayoría de ocasiones, se trata de que algo está interfiriendo a nivel cognitivo”.
Y es que la mujer, aunque sea joven, sigue teniendo sus propios demonios: “Muchas treintañeras siguen experimentando culpabilidad en torno al sexo”, cuenta Huerta. La masturbación, por ejemplo, “sigue siendo un hándicap para un alto porcentaje de mujeres”. Durante siglos, la esposa respetable no practicaba el sexo lúdico, sino sólo por necesidad –con fines reproductivos– o para plegarse a los deseos del varón. Sin darse cuenta, muchas han interiorizado en pleno siglo XXI tabúes y leyendas más propios de la época de nuestras abuelos.
Hoy existe más libertad, pero hace falta que la ejerzamos: “Ahora se tiene más sexo. Es más frecuente y se hace con más soltura, pero no necesariamente con más calidad”. Conquistada la parcela de la libertad, la información y la educación son, según el especialista, las dos asignaturas pendientes.
El momento de la maternidad
La mayoría de mujeres de nuestro país (España) son madres por vez primera con 31 años, según los últimos datos del Movimiento Nacional de Población publicados por el Instituto Nacional de Estadística. La edad media de maternidad –EMM– de las españoles ya es la más alta jamás registrada, mientras el Indicador Coyuntural de la Fecundidad –ICF, o número de hijos por madre– se mantiene estable en torno al 1,38.
Dentro del colectivo femenino, son las mujeres nacidas en España las que más retrasan la edad de maternidad –que roza ya los 32 años– y tienen menos hijos, mientras el conjunto de mujeres inmigrantes tiene más vástagos y a edades más tempranas –28 años de media–. La tendencia en ambos casos es a seguir retrasando la edad y a reproducirse menos, especialmente desde el inicio de la recesión económica. En 2010 nacieron en España 484.000 bebés, casi un 2% menos que el año anterior.
Cada vez son más las mujeres que tienen hijos no cuando vienen, sino cuando lo eligen, y cada vez más las que optan por hacerlo en la treintena. Las mujeres que quieren ser madres tienen que conciliar su deseo con una estabilidad laboral y financiera que, en muchos casos, no consiguen hasta que llegan a esa edad. “Desde la aparición de la píldora anticonceptiva, la mujer ha separado la sexualidad de la reproducción”, explica a El Confidencial Manuel Fernández, psicólogo y sexólogo de IMEP. “Además de eso, la revolución en las sociedades avanzadas permite que cobre independencia económica, de modo que vive su sexualidad de forma libre”. Pero eso no significa, apunta el experto, que el retraso de la maternidad se deba necesariamente al deseo de la mujer: “Están preparadas biológicamente para tener hijos antes, pero la sociedad en que vivimos no favorece en absoluto la maternidad a una edad joven”.
El criterio de calidad
En esta década, además, muchas mujeres experimentan una serie de inquietudes que, según los especialistas, están relacionadas con los ritmos de su propio reloj biológico. Fernández explica que “la plenitud sexual del hombre acontece entre los 18 y los 20 años y después empieza a decaer lentamente”, mientras que el desarrollo de la sexualidad femenina es una carrera de fondo que llega a su máximo desarrollo mucho más tarde y tiene su apogeo en torno a los 40 años. “Una mujer de treinta años pide sexualidad y pide, sobre todo, satisfacción”.
Por esta razón, las principales inquietudes que asaltan a la mujer en su treintena “tienen que ver con el cuestionamiento de la propia pareja, por una parte, y el acoplamiento sexual por la otra”. Algo lógico, explica, cuando en la sexualidad femenina intervienen más elementos de juicio que en la masculina: “Hombre y mujer son igualmente sexuales”, nos cuenta Fernández. “La diferencia es el acceso a la sexualidad. El hombre tiene una tasa de testosterona constante durante toda su vida. La respuesta de la mujer es menos inmediata, más lenta. Necesita más información para tomar una decisión. Lo que despierta la sexualidad de la mujer es el razonamiento y la perspectiva la calidad, mientras que la respuesta masculina es más mecánica y está más enfocada a la cantidad
“El grueso de mujeres que acude a la consulta de un sexólogo son personas de treinta y tantos”, explica a El Confidencial Fernando Huerta, psicólogo, sexólogo y director de Humane.
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Algo que contrasta con la escasez de mujeres que, según el experto, acuden al profesional de la salud sexual pasados los 45 años. “Aunque queda mucho camino por recorrer, la resignación con que la mujer se enfrentaba a la insatisfacción sexual va desapareciendo en la nueva generación”.
Y resignación es, precisamente, la palabra clave. Solemos asociar los trastornos derivados de la apatía o la falta de deseo sexual con la mujer, pero lo cierto es que los especialistas recomiendan enfrentarse a ellos desde una perspectiva integral. “Al hombre se le enseña que va a la cama a demostrar algo”, explica Huerta. “Muchos varones se toman el sexo como si fuera un examen, lo que no deja lugar a la diversión”.
Hacia el equilibrio
Los hombres, según Huerta, son víctimas de la presión social que les lleva a tener que demostrar su masculinidad, lo que consagra un modo de entender el sexo que en ocasiones, tiene poco que ver con las necesidades y los apetitos reales “tanto de ellas como de ellos”. Por supuesto, este modelo de entender las relaciones va cambiando con el tiempo: “Cada vez hay más equilibrio”, comenta Huerta. “La mujer de treinta años ya sabe pedir más y llevar el sexo a un terreno más equilibrado, más de dos personas”.
Algo fundamental, reseña el experto, también para atajar muchos trastornos sexuales de corte, en principio, fisiológico: “Los genitales son el hardware”, sintetiza Huerta. “El software, que es lo importante, está en el cerebro”. El aparato sexual femenino, como el masculino, “reacciona ante un estímulo”. Cuando no lo hace debidamente, no debemos asumir que se trata necesariamente de un trastorno físico: “En la mayoría de ocasiones, se trata de que algo está interfiriendo a nivel cognitivo”.
Y es que la mujer, aunque sea joven, sigue teniendo sus propios demonios: “Muchas treintañeras siguen experimentando culpabilidad en torno al sexo”, cuenta Huerta. La masturbación, por ejemplo, “sigue siendo un hándicap para un alto porcentaje de mujeres”. Durante siglos, la esposa respetable no practicaba el sexo lúdico, sino sólo por necesidad –con fines reproductivos– o para plegarse a los deseos del varón. Sin darse cuenta, muchas han interiorizado en pleno siglo XXI tabúes y leyendas más propios de la época de nuestras abuelos.
Hoy existe más libertad, pero hace falta que la ejerzamos: “Ahora se tiene más sexo. Es más frecuente y se hace con más soltura, pero no necesariamente con más calidad”. Conquistada la parcela de la libertad, la información y la educación son, según el especialista, las dos asignaturas pendientes.
El momento de la maternidad
La mayoría de mujeres de nuestro país (España) son madres por vez primera con 31 años, según los últimos datos del Movimiento Nacional de Población publicados por el Instituto Nacional de Estadística. La edad media de maternidad –EMM– de las españoles ya es la más alta jamás registrada, mientras el Indicador Coyuntural de la Fecundidad –ICF, o número de hijos por madre– se mantiene estable en torno al 1,38.
Dentro del colectivo femenino, son las mujeres nacidas en España las que más retrasan la edad de maternidad –que roza ya los 32 años– y tienen menos hijos, mientras el conjunto de mujeres inmigrantes tiene más vástagos y a edades más tempranas –28 años de media–. La tendencia en ambos casos es a seguir retrasando la edad y a reproducirse menos, especialmente desde el inicio de la recesión económica. En 2010 nacieron en España 484.000 bebés, casi un 2% menos que el año anterior.
Cada vez son más las mujeres que tienen hijos no cuando vienen, sino cuando lo eligen, y cada vez más las que optan por hacerlo en la treintena. Las mujeres que quieren ser madres tienen que conciliar su deseo con una estabilidad laboral y financiera que, en muchos casos, no consiguen hasta que llegan a esa edad. “Desde la aparición de la píldora anticonceptiva, la mujer ha separado la sexualidad de la reproducción”, explica a El Confidencial Manuel Fernández, psicólogo y sexólogo de IMEP. “Además de eso, la revolución en las sociedades avanzadas permite que cobre independencia económica, de modo que vive su sexualidad de forma libre”. Pero eso no significa, apunta el experto, que el retraso de la maternidad se deba necesariamente al deseo de la mujer: “Están preparadas biológicamente para tener hijos antes, pero la sociedad en que vivimos no favorece en absoluto la maternidad a una edad joven”.
El criterio de calidad
En esta década, además, muchas mujeres experimentan una serie de inquietudes que, según los especialistas, están relacionadas con los ritmos de su propio reloj biológico. Fernández explica que “la plenitud sexual del hombre acontece entre los 18 y los 20 años y después empieza a decaer lentamente”, mientras que el desarrollo de la sexualidad femenina es una carrera de fondo que llega a su máximo desarrollo mucho más tarde y tiene su apogeo en torno a los 40 años. “Una mujer de treinta años pide sexualidad y pide, sobre todo, satisfacción”.
Por esta razón, las principales inquietudes que asaltan a la mujer en su treintena “tienen que ver con el cuestionamiento de la propia pareja, por una parte, y el acoplamiento sexual por la otra”. Algo lógico, explica, cuando en la sexualidad femenina intervienen más elementos de juicio que en la masculina: “Hombre y mujer son igualmente sexuales”, nos cuenta Fernández. “La diferencia es el acceso a la sexualidad. El hombre tiene una tasa de testosterona constante durante toda su vida. La respuesta de la mujer es menos inmediata, más lenta. Necesita más información para tomar una decisión. Lo que despierta la sexualidad de la mujer es el razonamiento y la perspectiva la calidad, mientras que la respuesta masculina es más mecánica y está más enfocada a la cantidad
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